miércoles, 25 de febrero de 2009

TEMA 5

El trasplante de médula ósea es uno de los tratamientos más arriesgados en medicina. Entre un 10 y un 40% de las personas que lo reciben no sobreviven al mismo. Sin embargo, es un aliado en el tratamiento frente al cáncer y, como último recurso, ha conseguido "curar" el SIDA a una persona y remitir la enfermedad de Crohn en otras.


A menudo, cuando se comenta el gran potencial que tienen las células madres y que son el futuro, es frecuente que no se hable de un tratamiento con células madre que lleva utilizándose desde hace muchos años. Se trata, ni más ni menos, que del trasplante de médula ósea.


La médula ósea es una conocida fábrica de células madre adultas. Estas células, al contrario que las células madre embrionarias, no tienen la capacidad para convertirse en cualquier tipo de célula. En su lugar, son capaces de formar muchos de los componentes que se encuentran nuestra sangre: Glóbulos rojos, plaquetas y los glóbulos blancos, en un proceso que llamamos hematopoyesis. Estos componentes de la sangre van renovándose constantemente ya que tienen una vida media bastante corta. Si un día nuestra médula dejara de funcionar, no aguantaríamos mucho pues el déficit de estas células nos llevaría a hemorragias, infecciones y/o anemias que nos terminarían llevando a la tumba.


Aunque pudiera parecer lo contrario, no encontramos médula ósea, productora de células madre, en todos los huesos. Sólo en aquellos huesos que poseen médula ósea roja como la pelvis, el esternón, huesos largos, costillas... Su extracción es relativamente sencilla y basta utilizar una gran aguja (eso sí, sus dimensiones asustan) acoplada a una gran jeringa.
Normalmente, suele ser la pelvis o el esternón el hueso escogido para extraer la médula ósea (es de fácil acceso) y el proceso suele hacerse con anestesia general o local.


Pese a que la donación de médula ósea es un proceso muy seguro, las tornas se cambian cuando nos referimos a la recepción del mismo. Como todo trasplante (exceptuando el trasplante propio), tiene un riesgo presente de rechazo. Es decir, el receptor puede reconocer la médula ósea como algo extraño y su sistema inmunitario lo ataca (reacción huésped contra injerto). Pero es que además, la médula ósea (como productora de glóbulos blancos implicados en el sistema inmunitario) puede actuar atacando a los tejidos del receptor (reacción injerto contra huésped). Por eso resulta importantísimo que el donante y el receptor sean compatibles en tejidos. El complejo mayor de histocompatibilidad (HLA) es el carné de identidad inmunitario de cada uno de nosotros. Conforme más parecidos en HLA sean dos personas, mayores probabilidades habrá de que el sistema inmune del receptor y de la médula ósea del donante se consideren "amigos".



http://www.youtube.com/watch?v=95BUAtBKYQk&feature=related



Nuria Calero Izquierdo

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